El curioso fracaso del ofrecimiento de Putin para acoger en Rusia a quienes le apoyan

Desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, algunas personas vienen elogiando a Rusia como un modelo a seguir.

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En este tiempo, muchos activistas prorrusos en Occidente han descrito a Rusia como un referente en valores morales, como una especie de excepción frente a la decadante deriva de los países occidentales. Algunos incluso intentan convencernos de que bajo la dictadura de Putin hay más libertad que en cualquier país democrático, un planteamiento que se basa de forma simultánea en una demonización de Occidente y en un blanqueamiento del régimen mafioso que existe en Rusia.

Para dar una vuelta de tuerca a esa campaña de manipulación, el 19 de agosto Putin firmó un decreto para acoger a los simpatizantes de Rusia en otros países. En una exhibición de cinismo, el decreto decía la intención de "proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales" (mientras Rusia comete toda clase de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Ucrania) y "apoyar a las personas que han elegido libremente una conexión jurídica espiritual y cultural con la Federación Rusa".

El decreto concedía a ciudadanos extranjeros "el derecho a solicitar un permiso de residencia temporal sin tener en cuenta la cuota aprobada por el Gobierno de la Federación de Rusia y sin presentar un documento que acredite el conocimiento del idioma ruso, el conocimiento de la historia de Rusia y los fundamentos de la legislación de la Federación Rusa".

El texto estaba dirigido a aquellos "que hayan expresado su deseo de trasladarse a la Federación de Rusia para residir desde estados extranjeros de su ciudadanía o residencia permanente por no aceptar las políticas implementadas por estos estados que imponen medidas destructivas directrices ideológicas neoliberales que contradicen los valores espirituales y morales tradicionales rusos previstos en los Fundamentos de la política estatal, y la preservación de una Rusia fuertemente tradicional".

El día de la presentación de este decreto se habló de una familia conservadora de EEUU que había solicitado ese permiso. A pesar de que se dijo que el Kremlin iba a construir una aldea para extranjeros conservadores, no se han conocido más casos. Hay muchos propagandistas prorrusos en países occidentales defendiendo a Rusia como un país que los demás deberían imitar, pero ninguno de esos admiradores de Putin ha dado el paso de mudarse a Rusia, desaprovechando esa oportunidad.

El fracaso de ese ofrecimiento de Putin no es nada extraño. Hablamos de una dictadura que impone penas de prisión por delitos de opinión como comparar a Hitler y Stalin o como criticar la invasión rusa de Ucrania. Rusia es un país en el que los opositores a Putin están sufriendo persecución, cárcel, torturas e incluso asesinatos. Es fácil vivir en un país occidental en el que sabes que no irás a prisión por criticar a tu gobierno, pero ¿a qué loco se le ocurriría mudarse de un país así a una dictadura que viola de forma sistemática los derechos humanos?

El hecho de que los activistas prorrusos en Occidente desoigan ese ofrecimiento es una prueba más de que ni siquiera ellos se creen las patrañas con las que vienen blanqueando a la dictadura de Putin. Es la misma situación de muchos comunistas occidentales que ensalzan a dictaduras como Cuba y Venezuela, pero ninguno de ellos se va a vivir a esos países, tal vez porque no quieren compartir la opresión y la miseria que sufren quienes se ven atrapados en esas dictaduras.

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Foto: Reuters.